Día de la Abstinencia Digital
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Día de la Abstinencia Digital: Una Reflexión Personal

El pasado 5 de marzo se celebró el Día de la Abstinencia Digital, y esto me llevó a hacer algunas reflexiones personales, para lo cual debería contarles un poco de mi historia.

Crecí en un pueblo de Argentina y, a la edad de 25 años, decidí dejar mi trabajo e irme a la aventura de recorrer el mundo a dedo junto a un amigo. Salimos en febrero del año 2016 con la idea de estar entre dos y cuatro meses dando vueltas por nuevos países.

Nunca hubiera imaginado que al final terminaría estando casi 7 años recorriendo el mundo y viviendo en distintos países. Dentro de este período, y en gran parte gracias a la pandemia,  llegué a estar 4 años sin volver a casa, sin ver a mi familia, sin quedar con mis amigos, sin caminar las calles de mi barrio ni hablar con cualquier extraño en mi propio idioma y con mi propio acento.

Creo que esta ausencia extendida fue lo que me hizo decirme “hasta acá llegué”. Había sentido la necesidad de cortar el viaje y de volver a vivir cerca de mi gente y de mis costumbres. 

Abstinencia Digital

Ahora, a unos meses de haber vuelto y, después de haber pasado el furor del comienzo dónde todos te quieren ver y dónde siempre tienes un plan para hacer, empecé a darme cuenta que la forma de interactuar entre nosotros ha cambiado bastante.

Al momento de irme tenía un móvil que ya para la época era viejo. Ni siquiera tenía el Facebook descargado porque me ocupaba mucha memoria. Vamos, que ni siquiera me cabía el Google Maps.

Las únicas redes sociales que tenía descargadas eran Whatsapp, al que más tiempo le dedicaba, e Instagram, que prácticamente no lo usaba… nunca había siquiera subido una Story.

En ese momento, en Instagram sólo veíamos las publicaciones en el Feed, casi no veíamos las Stories de los demás, no había publicidad y ni siquiera había Reels. Era mucho menos adictivo de lo que es ahora.

Redes Sociales

Ojo! No me meto sólo con Instagram, hoy en día tenemos mucha más cantidad de redes sociales, y cada una de ellas tiene muchas más funcionalidades que nos invitan a perdernos ahí adentro.

Quizás allí radica en gran parte el cambio en las formas de relacionarnos que teníamos hace algunos años con la que tenemos en la actualidad. Siete años en términos de avances de la tecnología es muchísimo tiempo y también lo es en cuanto al uso que le damos. 

Como hubiera dicho John Lennon si hubiera vivido en estos días

“La vida es aquello que se pasa mientras miras la pantalla del móvil”.

Vamos, que no soy hipócrita y no vengo a vender el cuento de que conozco una mejor forma de administrar el tiempo que paso con el móvil. Muchas veces me ha pasado que me doy cuenta de que no corresponde que esté tan metido en las redes y sin embargo no puedo evitarlo. 

Me suele pasar que cojo el teléfono para ver si he recibido nuevas notificaciones y vuelvo a mirarlo a los pocos segundos, como si fuera un tic, como si inconscientemente esté buscando una excusa para entrar allí a perder el tiempo, apagar un poco el cerebro mientras hago scroll con mi pulgar. 

Hoy en día es normal que las conversaciones cara a cara se corten cuando una de las personas deja de prestar atención por mirar el móvil.

Suelo ver entre amigos que, alguno de nosotros, se pierde la conversación por estar respondiendo mensajes en whatsapp o mirando alguna de sus redes y, después de varios minutos, mete el móvil en el bolsillo y nos mira como si acabara de llegar al lugar, sin tener idea de que estamos hablando.

Adicción a redes sociales

Me pasa también mientras comparto la mesa con mis padres, hablamos mirándonos a los ojos, hasta que alguna de nuestras miradas se desvíe al ver de reojo la pantalla iluminada por una nueva notificación.

Los fines de semana solemos tirarnos en el sofá a ver la televisión, aunque en verdad nadie la mira… cada uno mira su móvil y la televisión cumple la misma función que cumple una lista de spotify creada para ambientar un local de ropas. 

Es gracioso como a veces le compartimos alguna publicación a la persona que tenemos al lado. No hablamos verbalmente, pero si lo hacemos por mensaje privado.

No sé en qué momento preferimos compartir más el tiempo con un desconocido que vemos a través de una pantalla que con la persona que tenemos al lado.

¿Cuándo le comenzamos a dar más prioridad a una conversación que mantenemos con alguien a través de mensajes privados que a la que podríamos mantener con un familiar o con un amigo?

Conversación cara a cara

Cuantas veces les ha pasado que le están diciendo algo alguien y escuchan: 

  • …”para que justo me ha escrito susanita”…
  • …”para que le respondo algo a manolito”…

O directamente ni reciben respuesta y ven como aquella persona mantiene su mirada fija al móvil mientras que sus palabras se las lleva el viento. 

Me asusta un poco, pero debemos admitir que hoy en día todo esto es normal, no nos parece extraño.

Ahora sabemos mucho de las personas por lo que vemos en sus redes, pero poco por lo que nos cuentan en privado, en un encuentro cara a cara.

Nuestra atención y esfuerzo por mantener una charla pende de un hilo qué corre riesgo de cortarse con cada nueva notificación. 

Por eso, con motivo del Día de la Abstinencia Digital, quiero darle mucho valor a aquellas personas que en un encuentro presencial deciden dejar el móvil boca abajo o directamente ni lo sacan de sus bolsillos, para poder compartir el momento mirándonos a los ojos.

¿Qué opinas tú sobre esto? ¡Te invito a que comentes este artículo con tu opinión! 

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